Hace cuatro décadas, me disponía a entrevistar a un político relevante, cuando el fotógrafo que me acompañaba preguntó “¿es amigo o enemigo de la casa?”. Y ante mi indignada sorpresa, se excusó: “es por saber si querés que magnifique o minimice su imagen”. Y aquel día aprendí muchas cosas.
Carlos Bosch es tal vez el mejor fotoperiodista que he conocido en mi vida. Argentino, huido de la feroz dictadura de su país y capaz de disfrazarse de cura o de hacerse pasar por ciego con bastón blanco y gafas negras para obtener la mejor imagen de una manifestación ilegal, Carlos nos enseñó el valor simbólico de un enfoque determinado. Si un símbolo es la representación perceptible de una idea, las imágenes de Carlos, como las de Jordi Socias, son todo un compendio de ideas extremadamente precisas sobre la transición política de aquellos años.
Aquella vez las fotos fueron realizadas desde un punto de vista ligeramente inferior al punto de fuga de la mirada de personaje. El entrevistado me caía bien y además era un potencial aliado político del dueño del periódico en el que trabajábamos. Salió, por lo tanto, ligeramente magnificado, pero no tanto como para comprometer nuestra profesionalidad ni mi relación con la propiedad, ya de por sí bastante tensa.
Años más tarde, supe que todo aquello tenía un nombre: comunicación no verbal. Fue cuando supe que el redactor gráfico de un evento merece tanta o más atención que cualquier otro representante de un medio de comunicación.
Tal vez una de las aportaciones más atractivas del semiólogo Umberto Eco sea el denominado proceso de descodificación de un mensaje. Cómo desentrañar, por ejemplo, el significado de una representación escénica.
Y en ese sentido, seguro que las últimas puestas en escena de nuestros más destacados representantes políticos pueden aportar abundante material de estudio.
Feliz mes de agosto!
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