En la mastodóntica película Shoah, Claude Lanzmann presiona hasta el lloro a Abraham Bomba, un antiguo preso judío del campo de Treblinka que ejerció durante su estancia en tal lugar como barbero. En su relato, conseguido a base de una nada indulgente entrevista, Bomba explica cómo cortaba el pelo a muchos de sus vecinos justo antes de que fueran llevados a la cámara de gas. Su llanto, que impide la fluidez de sus palabras, es la muestra de la vergüenza de quien sobrevivió a sus semejantes, pero es también fruto de la insistencia de un entrevistador que, orientado a buscar la verdad, entiende que la palabra respeto a veces funciona como lastre. Lanzmann, por muy poco ético e incómodo que resulte a veces, nos ha dado con Shoah la mejor y más amplia idea de lo que significó la experiencia judía en los campos nazis. Todo gracias a valorar hacia qué debía mostrar respeto: las víctimas del exterminio necesitaban que alguien hablara de lo que allí sucedió. Normalizar el hablar de aquel calvario era la respuesta para mostrar verdadero respeto a las víctimas.
Tras leer que el Instituto de Consumo Nacional pretendía cesar de su actividad a una organización no gubernamental dedicada a detectar y denunciar públicamente “ofertas engañosas, irregularidades en productos y servicios y prácticas fraudulentas”, muros y timelines de las redes sociales ardían de rabia. FACUA-Consumidores en Acción recibía una denuncia al considerar que su campaña contra la subida del IVA se extralimitaba de su campo de trabajo (el sector privado) para atacar a la gestión pública. Gracias a un inteligente uso de las redes sociales, la noticia llegó a muchos usuarios que vieron en FACUA la cabeza de turco de la censura gubernamental, pero tan solo una semana después las tornas se han girado y aquellos que defendían la libertad de la ONG para defender su campaña les tachan hoy de censores a ellos. El motivo es la solicitud enviada al fabricante de un videojuego para que modifique su contenido en nombre del respeto. La noticia llega tras saberse que en la nueva entrega del Counter Strike aparece una banda de etarras, algo que desde la ONG consideran que “puede herir la sensibilidad del entorno de las víctimas de ETA”. Puede ofender o puede resultar una forma de internacionalizar un conflicto reciente, añado.
En cualquier caso, y como bien nos enseñó Lanzmann, acallar algo en nombre del respeto es un arma de doble filo. Aunque bien es cierto que Lanzman es un tipo francés y que en este país nos tomamos estas cosas de otra manera; al fin y al cabo, no hace mucho que aún se discutía que la Ley de la Memoria Histórica era contraproducente porque abría viejas heridas. En resumidas cuentas, olvidar la verdad en nombre del respeto. Así nos va.
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