Hace más de treinta años que el Círculo de Economía organiza unas Jornadas donde los principales partidos políticos suelen avanzar líneas maestras en materia económica y fiscal de cara al siguiente ejercicio que, teóricamente, se inicia en septiembre. Es como un banco de pruebas. Los socios del Círculo tienen fama de gente seria, procedente básicamente del mundo académico y empresarial, aunque en tiempo de Jornadas suelen aparecer bastantes representantes del sector del consulting, ya sea financiero, jurídico o relacional, o todo junto.
Los ponentes que llegan a las Jornadas saben que van a pasar una prueba. Si funciona, habrá premio. O por lo menos, su reputación no se verá penalizada por uno de los públicos más exigentes del país, formado por los principales líderes de opinión de Catalunya: un grupo muy riguroso de empresarios, académicos y periodistas.
Como es natural, la corriente dominante de los congregados es socioconvergente y moderada. Pero también es cierto que se trata de un público de paladar muy fino, que por encima de preferencias ideológicas -más concentradas en el sector servicios que en el académico o el empresarial- sabe apreciar otras virtudes. Por ejemplo, no es igual oír un discurso escrito que un discurso oral. Y no es lo mismo un orador tenso y malhumorado que un orador ameno y relajado.
Es lo del lenguaje no verbal, un lenguaje ampliamente dominado por el profesor Antón Costas, actual presidente del Círculo, que en estos últimos tres años se ha revelado como un magnífico conductor de debates, en los que su dominio de la palabra, su aspecto amigable e incluso su ironía fina, han ido poniendo a prueba todo tipo de vanidades. Pero, como en la tele, la prueba del silencio es la que nunca falla.
Antón Costas goza de una expresividad facial extraordinariamente desarrollada que permite descubrir qué piensa en cada momento de cada uno de sus invitados. Normalmente, se trata de un pensamiento compartido por la sala. En esta ocasión pasaron por el banco de pruebas, por orden cronológico, Carles Puigdemont, Pablo Iglesias, Ada Colau, Pedro Sánchez, Oriol Junqueras, Albert Rivera y Mariano Rajoy. La mayoría leyó sus relatos. Pero hubo tres que hablaron sin mirar papeles. Adivinan quién? Efectivamente, los más “nuevos” en la plaza y tal vez tres de los cuatro que jugaban más lejos de su “estadio”: Puigdemont, Junqueras y Colau.
Un detalle que a la sociovergencia presente en la sala, a pesar de su desorientación actual, no le pasó desapercibida. Y es que usar un buen código de comunicación es condición previa a cualquier intento de seducción, aunque sea pasiva.
Parece mentira que haya quienes todavía no lo han entendido.
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